Florida Music Fest

La caminatahacia una de las entradas del mall Florida Center. Así, metaleros con poleras de Weichafe, rock-poperos glamorosos (fanáticos de Saiko o de Nicole), y gente dispuesta a pasarla bien (Santo Barrio, Giolito y su Combo y Juana Fé), apuraban el paso.

 

 

Así se Disfruta por Doble

Avanzaba la tarde en La Florida. Desde los vagones del metro Estación Mirador descendía una serie de jóvenes -invitaciones en mano- dispuestos a disfrutar de más de cinco horas de música gratuita.

La caminata se dirigía, entonces, hacia el puente que desembocaba en una de las entradas del mall Florida Center. Así, metaleros con poleras de Weichafe, rock-poperos glamorosos (fanáticos de Saiko o de Nicole), y gente dispuesta a pasarla bien disfrutando de las pegajosas melodías de Santo Barrio, Giolito y su Combo y Juana Fé, apuraban el paso hacia el sector de estacionamientos del edificio.

Siguiendo el rastro de una serie de carteles que identificaban el acceso al evento, podían encontrarse los asistentes. Y era cosa de dar un vistazo fugaz para percatarse de que eran tan disímiles entre sí como se advertía en el camino. Claro, al fin y al cabo se estaban mezclando estilos diferentes. Los riffs rudos con las voces que perfectamente podrían haberse escapado de los Campos Elíseos. Temí lo peor y presagié un reporteo posiblemente riesgoso, con encontrones entre fanáticos de uno y otro bando musical.

No pude haberme equivocado más…

A Weichafe, entonces, le tocó romper el hielo. Y vaya que lo rompieron con todo. El público logró prender desde el primer tema, y aquéllos que no les gustaba el metal, escucharon con profundo respeto e incluso cabecearon en los momentos más potentes. Con un Angelo Pierattini sólido y conversador, se ganaron la simpatía de muchos, hicieron un brillante uso del escenario, y se despidieron a lo rockstar, acoplando vibraciones en una sugerente fricción entre las sonoras armas de guerra y los amplificadores de retorno. Como broche de oro, y en un arrebato de energía,Marcelo Da Venezia (bajo), -quien venía desde Europa, como anunciaron los mismos músicos- cortó una de las gruesas cuerdas de su instrumento. El éxtasis de los fanáticos era sorprendente.

Comenzaba a oscurecer. Luego de una pausa, la pelirroja Denisse Laval hacía su ingreso entre bases electrónicas y proyecciones visuales en las pantallas instaladas a los costados del escenario. Armada de una belleza singular, Nicole captó la atención con el contraste entre su característico pelo y su vestido negro, delicado y elegante, con el detalle rockero de una calavera en el escote. Así, con un repertorio inteligente (escogió temas antiguos y recordados por muchos de los presentes, como la emblemática “Dame Luz”, canción representativa de la teleserie de antaño Amor a Domicilio), conjugó nostalgia con novedad, presentando episodios de su último disco, e hizo corear al público que, para esas horas, ya había aumentado al doble.

Tercera pausa. Caía la noche. Los asistentes daban vueltas, aprovecharon de hacer esa compra pendiente en el mall, o de comer alguna cosa en el patio de comidas. La primera fila nunca se mantuvo igual: a medida que se iba una banda, aparecían caras nuevas.

Finalmente, entra Santo Barrio. Sus característicos bronces hacen que los pies se tornen inquietos y comiencen a moverse. Ya en el segundo tema están todos saltando. A la tercera canción la cosa ya es cumpleaños de mono. Todos vueltos locos, la reportera incluida. Y es que se respira la energía tan típica de este conjunto, dueño de una atractiva puesta en escena que se enfoca en el hábil desempeño de todos los intérpretes. Ellos sonríen: se nota que lo están disfrutando tanto como nosotros. De pronto, se escucha a viva voz: “¡marihuana legal!”, justo antes de uno de los temas al cierre. No se hace esperar una respuesta: la gente estalla en gritos de aprobación.

Ahora es el turno de Saiko, pero se demoran más de lo planeado en aparecer. Luego de varios minutos, la nueva vocalista de la banda, conocida bajo el seudónimo de Thais, ingresa entre moderados aplausos de bienvenida. Parten con problemas técnicos, y el rostro de Luciano Rojas destaca por un fruncido ceño. Está enojado. Saiko no suena así normalmente. Pasan los temas y los percances se resuelven. Thais ya no hace señas para que le suban el volumen del micrófono y se va soltando. Sin embargo, y a raíz del retraso inicial, las conversaciones de la vocalista con el público se ven, si querer, saboteadas. No alcanza a terminar una frase cuando la interrumpe un acorde, una base, o la batería. Éste podría calificarse como el punto débil de la jornada… fue una presentación extraña, apresurada, accidentada. No obstante, resulta un agrado oír a Thais, dueña de un registro vocal privilegiado.

Para cerrar la velada -bien avanzada la noche- Giolito y su Combo y Juana Fe hacen vibrar a los presentes, a quienes parece no importarles la hora. Con la gente bailando por todos lados, el estacionamiento del mall logra vestirse de fiesta, en un ambiente similar al que surge en año nuevo. En conclusión, ambas bandas se potenciaron como una buena forma de finalizar el evento.

Termina todo: hay silencio otra vez. Una calma que deja pensando que las iniciativas como la del Florida Music Fest son las que aportan a la cultura musical criolla, con músicos nuestros y con un público sorprendentemente tolerante. Queda la sensación de que ideas como ésta deberían repetirse más seguido. Y mejor si es gratis: así se disfruta por partida doble.

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